Breve Historia de la Masonería
El origen histórico demostrado y más aceptado sitúa el origen de la masonería en el siglo XIII, procediendo de los gremios de constructores medievales de catedrales. Su historia se divide en tres grandes periodos.
La Masonería Operativa
Los ingleses llamaban stonemason al albañil que se ocupaba de la piedra de adorno para diferenciarlo del roughmason que trabajaba la piedra bruta. Es la primera mención histórica que derivaría en el término francmasón (freemason) y acabaría por designar a los seguidores de la Masonería.
Los albañiles constructores de grandes catedrales llegaban al sitio de la obra, a menudo de diferentes países y de diferentes lugares del país. Lo primero que edificaban era la logia, el taller donde iban a vivir durante años, guardar las herramientas, formar a sus aprendices, transmitir sus instrucciones y sus técnicas gremiales. Se trataba de un ambiente cerrado a las personas que no habían sido admitidas tras pasar por una ceremonia de iniciación en la que debían jurar fidelidad para que esos conocimientos no salieran del circulo de la construcción.
Las logias eran escuelas profesionales y técnicas donde se enseñaba cálculo, geometría, física, a leer los planos, etc., cuando la mayoría de la gente era analfabeta.
Ahí podían hablar libremente entre hermanos de cofradía gremial sin reparos, todos pertenecían al gremio de los constructores. Las grandes obras arquitectónicas que se desarrollaban durante años requerían una organización precisa y reglamentada que establecía una rígida jerarquía de subordinaciones. Debido a ello los albañiles constituían un gremio perfectamente organizado y muy exclusivo en el que la experiencia de cada uno determinaba los conocimientos a los que podía aspirar.
Existía un maestro albañil que dirigía las logias. En cada logia trabajaba una docena de albañiles o masones de diferentes categorías: maestros, compañeros y aprendices.
La admisión en el gremio exigía haber nacido libre y ser de buenas costumbres. En su rito de iniciación, el aprendiz recibía un signo de honor con el que debía marcar todas sus obras: los signos lapidarios. Esto duró hasta el siglo XVI.
2. Los Masones Aceptados
Abarca el siglo XVII y principios del XVIII. Es un periodo de transición en el que las sociedades masónicas fueron admitiendo miembros honoríficos, llamados accepted masons, cuyas profesiones eran diferentes a las propias de la construcción. La exclusividad que suponía el control gremial fue decreciendo con el tiempo y la formación de nuevos albañiles fue trasladándose a otras instituciones menos cerradas.
La decadencia de las técnicas de cantería mediante el ensamblaje de piedras y la generalización de otras técnicas de construcción mas sencillas, supuso la paulatina desaparición de las logias de cantería. Así, algunas logias fueron aceptando a miembros profanos hasta ver a todos sus miembros sustituidos por masones desvinculados de la actividad constructiva.
La pertenencia a este tipo de logias tuvo una gran aceptación por la necesidad de muchas personas de disponer de un lugar de reflexión libre de dogmatismos y de restricciones.
Cada vez era mayor el número de esos asimilados mientras el elemento operativo fue paulatinamente eliminado y poco a poco los aspectos meramente técnicos de la masonería operativa se convirtieron en algo anacrónico.
3. La Masonería Especulativa
El 1717 es el año que se considera de inicio de la masonería especulativa, ya que el 24 de junio es cuando en Londres se formó la Gran Logia de Inglaterra para compactar cuatro logias de miembros exclusivamente profanos. Para dotarse de un cuerpo de derecho encargaron inmediatamente la redacción de unas constituciones a dos pastores protestantes: James Anderson y Teofilo Desaguliers. En 1723 fue publicada la primera edición de lo que será conocido como las Constituciones de Anderson, y se convirtió en la carta magna de la masonería universal hasta nuestros días.
Este documento es el eslabón simbólico entre la masonería operativa de los antiguos albañiles y canteros y la masonería especulativa que ahora pasaría a ser talleres de arquitectura interior de las personas. Es el documento más relevante de la masonería, ya que ordena, organiza, estructura y reglamenta la orden. Las constituciones se componen de cuatro partes: historia de la masonería o del arte de construir, las obligaciones de un francmasón, los reglamentos generales y cuatro cantos masónicos con sus músicas.
La finalidad de la masonería ya no es construir templos, sino edificar el templo del amor y de la fraternidad universal a la gloria del Gran Arquitecto del Universo. Su concepto religioso era muy amplio y vago para dar cabida a fieles de todos los credos.
Los masones se reconocían como hermanos y defendían la igualdad de todos los miembros. Por medio de la tolerancia, la fraternidad y la libertad intentaban acotar los desmanes de su época, protagonizados por los fanatismos y guerras de religión.
División de la Masonería en el siglo XIX
Las determinaciones tomadas por los Grandes Orientes de Francia y de Bélgica en 1854, suprimiendo el artículo que obligaba a creer en el Gran Arquitecto del Universo y en la inmortalidad del alma y de admitir a las mujeres ocasionaron en los medios anglosajones especialmente de Inglaterra y de Estados Unidos un verdadero escándalo.
La Gran Logia Unida de Inglaterra rompió todos los lazos con estas obediencias continentales. Se formó entonces las dos corrientes masónicas aún en vigor hoy: la masonería anglosajona (llamada también regular), que solo admite hombres que creen en Dios y en la inmortalidad del alma y la masonería liberal, que se caracterizan por interpretar liberalmente las Constituciones de Anderson y permitir iniciar y afiliar agnósticos y ateos y dar entrada a la mujer en los trabajos de logia.
La masonería anglosajona es la más tradicional y por tanto la que más apoyo y tolerancia, ha recibido por parte de los poderes establecidos. En los países anglosajones y nórdicos la masonería convive sin problemas con las religiones dominantes en cada zona que en principio no es la católica.
En cambio, la masonería liberal está más comprometida políticamente, hasta el punto de adoptar un carácter laico que exige como requisito de acceso la supresión de todo concepto de Dios y la libertad de pensamiento. Los anglosajones, en cambio, mantienen la creencia en el Gran Arquitecto del Universo.